Abrimos a golpes la puerta que daba al cuarto trasero y allí vimos a cuatro o cinco niños, de ocho años o quizá menos, acurrucados en una esquina. Uno chillaba como un condenado y Johnny le gritó: "¡ Cállate! ¡ Te vamos a sacar de aquí!". El chaval pareció sorprenderse y dejó de chillar. Yo mismo parpadeé; Johnny no estaba comportándose como era habitual en él.
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